(por Wilmer López)
¡La noche se va!
Vislumbrando inmóvil al alba me encuentro.
Y tú basta vacía, con mirada llana al horizonte,
Pero como no afligirte, si es que el susurro;
Ya no es susurro en tu camino, si es que el crepúsculo pasó lento.
Si es que tu cara esta tan pálida, blanca como la niebla.
Añorando la mañana, aguardando, esperando, buscando….
Lo que ya no encontraras.
¡Lo sabes!
Tu belleza es tan pura que casi quita el aliento,
Pero hoy no, tu belleza se marchita en la melancolía.
Tus lágrimas hielan el ambiente, una gota congelada y fría.
Recorre el cuello de mis amores, a los que tantas vez dio calor en canto etéreo.
Este triste ruiseñor.
Llego un nuevo día, no has dormido y el ruiseñor no ha vuelto a tu ventana.
Duerme amor duerme, ya la luna no te hace compañía.
Ya tu rostro de porcelana negrea en cansancio esta mañana,
Al ocaso solo quedara la nostalgia;
Por aquella ave de peculiar trinar,
quien al oído en tenue acento susurraba lo hermosa que eras al nuevo día.
Ave ingrata con su dueño,
¡Yo! quien cada mañana le enviaba.
Para que te fuera a despertar.
Se ha ido no ha vuelto ya quien sabe si volverá.